lunes, 21 de mayo de 2012

HISTORIAS DE MARCOS: NOCHES DE INSOMNIO

Las campanas de la Iglesia sonaban ante un nuevo cuarto de hora que pasaba. Uno, dos, tres y cuatro toques cortos. Uno más largo al final. La una de la mañana reflejaba una noche oscura en el cielo de Barcelona, donde no brillaba ni una sola estrella. Solo la luna, medio creciente, en un alarde de protagonismo y sobriedad, aportaba algo de luz sobre la calle sin iluminar en la que se encontraba Marcos. Era mediados de abril y la temperatura era muy agradable para dar un paseo sin el ajetreo habitual de la mañana. El único sonido que se escuchaba eran los golpes de las duras suelas de los zapatos de Marcos contra el suelo, que no hacía más que mirar al cielo con los ojos abiertos disfrutando de la ligera brisa que le golpeaba en su rostro. En su cara se dibujaba una ligera sonrisa. Como siempre, sus pensamientos a esas horas estaban desbocados, y con el magnífico ambiente que le rodeaba, estos sólo podían verse acrecentados en importancia y sensaciones.


Había salido aquella noche a una fiesta sorpresa para un amigo que, como él, celebraba los 20 ese año. No podía evitar reparar en la imagen de la noche: varios amigos cercanos celebrando algo juntos tras mucho tiempo sin verse. Se hacía extraño, pero sus vidas habían tomado caminos muy distintos desde el comienzo del primer curso de la Universidad. El tiempo hizo el resto, y pese al esfuerzo que hacían día tras día en las redes sociales para mantener un contacto continuo, esa confianza que tantos años les había costado forjar iba disminuyendo. También apreciaba como algunos se habían movido mejor tras ese gran cambio. El sorprendido por la celebración había conseguido adaptarse mejor que él al cambio. "Dichosos cambios", era lo único que a Marcos se le pasaba por la cabeza en aquel instante.


Avanzaba a un ritmo lento. Sabía que el camino de vuelta a casa no era demasiado largo y tampoco tenía demasiadas ganas de apresurarse. Su mente seguía produciendo reflexiones que, en el día a día, no podía permitirse, fuera porque el metro se estuviera a punto de irse o fuera porque los trabajos de la universidad, pesados como una aburrida lectura en castellano antiguo, no le permitían centrarse en otra cosa. Recordaba con nostalgia como en tiempos no tan lejanos tenía más momentos como estos. Volvió a maldecir los cambios con un ligero cabezazo contra la nada.


Levanto de nuevo la cabeza. Ya estaba en la plaza del centro y la luz de las farolas iluminaba los caminos que se abrían entre el césped y las diversas plantas que habían decidido poner allí. Se escuchaban algunos ruidos lejanos de gente que disfrutaría de aquella noche hasta horas notablemente más tardías de lo que Marcos estaba dispuesto a hacer. Soltó un pequeño bostezo mientras miraba de lado a lado para cruzar la calle que daba acceso a la plaza y prosiguió con su camino. Su mente no tardo mucho en reparar de nuevo en un detalle que hacía días que le perturbaba por la cabeza. Lo había mantenido apartado para centrarse en el estudio, pero en ese momento ya no podía bloquearlo. La mirada de aquella chica seguía clavada allí.  La sonrisa de complicidad que le dedico lo había desconcertado del todo. No sabía que sentir. Era una sensación extraña, que nunca le había ocurrido. Y ahora no podía de pensar en ello.


Sin embargo, a esas alturas ya no tenía mucho más tiempo seguir en esos pensamientos. Las prisas habían desaparecido, pero el camino a casa era demasiado corto. Ya estaba delante de la puerta de su edificio. Diez minutos con una sola cosa en su mente. Una mirada.

Espero que os haya gustado esta nueva Historia de Marcos. Como siempre, estoy abierto a críticas... ¡Opinad!

Víctor de la Fuente (@vicrcde en Twitter)